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10 octubre 2008


Del subsuelo al cielo cantando flamenco

Esta semana se está celebrando la IV Cumbre Flamenca de Metro de Madrid. En el vestíbulo de Chamartín actúan lo que hoy en día son los cantaores y bailadores de primerísima línea. A lo largo de la semana darán muestra de su valía cantaores como Diego El Cigala, Arcángel, Dorantes o Miguel Poveda; así como bailaores como La Talegona y José Nsvas.

Se celebra en el teatro instalado en pleno vestíbulo de Chamartín, que permite un aforo de 1500 personas; 1000 en el teatro principal y 500 en la pantalla gigante instalada en la parte anexa.

El pasado miércoles fue el turno de Diego El Cigala, concierto al que asistimos gracias a las invitaciones que cedió el compañero-amigo Nico. Gracias a ellas, evitamos hacer una largísima cola, que hacía prever la gran acogida que este artista recibiría colgado el cartel de aforo completo nada más abrir las puertas.

No soy muy seguidor del flamenco y mucho menos entendido, por lo que este discreto artículo no pretende ser una crítica, tan solo un muestra de lo que se vivió en esa estación desde los ojos y oídos de un profano del flamenco.

Con un teatro a rebosar y un público deseando escuchar la voz de El Cigala, comenzaron a sonar las primeras notas de un piano, un contrabajo, una guitarra y un cajón que acompañaría a Diego durante las más de una hora y media que duró su actuación.

Dividiría en tres partes la cronología del concierto.

Todo comienza cargado con ritmos cubanos que quedan muy marcados gracias al contrabajo;que en contraposición a la voz flamenca de El Cigala le da un toque muy especial y sorprendente. De hecho fue lo que personalmente más me gustó e impactó; esa fusión de ritmos cubano, jazz y flamenco.

A mitad de concierto, el estilo cambió al flamenco más clásico cantando por "soleares", parte que encandiló y puso en pie al público. Pero que personalmente, fue la parte más "tranquila" (por llamarla de alguna forma).

Al final del espectáculo se volvió a esa fusión de estilos que terminó por rendir a sus pies a prácticamente todo el aforo, con canciones sobradamente conocidas como Bien paguá, Te extraño o Dos gardenias.

Un concierto atípico por el lugar, pero sorprendente por el amplio abanico de posibilidades que puede llegar a ofrecer el arte flamenco.

Tan solo pondría un par de pegas, y son referentes al emplazamiento. Estamos en una estación y como tal, pasan constantemente trenes lo que supone ruidos bastante molestos. Pero para molestas, las incomodísimas sillas. Más que sillas parecen aparatos de tortura. Si vais a alguno de los conciertos que todavía quedan, no olvidéis un buen cojín.

Pese a estas incomodidades, es un espectáculo digno de ver, que realmente recomendaría. Disfrutadlo entonces.

Galoagui

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