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17 marzo 2010


Esperar siete años no sirve de nada, solo decepción

Por Alberto GL

Esperar siete años para recordar algo que tantas veces te emocionó, que tantas veces te hizo sonreír, que tantas veces te hizo sentir bien, a veces no sirve de nada.

Han pasado siete años desde que The Cranberries, aquel grupo irlandés que tantos éxitos granjeó por medio mundo en los años 90, se disolviera. Tras ocho años desde su última actuación en la capital española, The Cranberries volvía para recordar a nostálgicos los recuerdos de unos años no tan lejanos. Para ello nueva gira mundial con un recital de hora y media compuesto de 21 canciones que se repetirá por medio mundo. En el caso de Madrid, en el Palacio de Vistalegre el pasado viernes 12.

Era una vuelta muy esperada. Hacía meses que las entradas estaban agotadas pese a que el lugar elegido para su retorno no era el mejor. Una vuelta así se merece un lugar a la altura y no una plaza de toros con mala acústica y los consabidos problemas de organización que atesora.

Nada más llegar ya se presagiaba lo que nos encontraríamos poco más tarde, al colocarnos en una cola de acceso que rodeaba todo el edificio. Pero nunca pasaría por nuestra cabeza que lo que íbamos a presenciar allí era cualquier cosa menos un concierto de rock.

Un mal presentimiento se acentuaba cuando Outside Royalty, teloneros de los irlandeses, comenzaron a tocar. Me dieron la impresión de ser un grupo a tener en cuenta que habrá que escucharles a posteriori porque allí no se oía nada. A escasos metros del escenario no se oía absolutamente nada. Daban la sensación de tener muy buena pinta, pero es imposible tener un criterio mínimamente objetivo. Lástima sentí al salir y verles intentando vender un disco que no había sonado, desde su propia mano. Dudo en que lograsen vender alguno.

Después de su corta actuación lo único que sentía era miedo, mucho miedo. Vi peligrar la entrada de más de 40€ euros por la ineficacia técnica. Se apagan las luces y suenan lo que parecen los primeros acordes de Analyse. Parecen sonar, porque no se escucha muy bien. Paciencia.... Aparece la diva irlandesa vestida de negro con un abrigo blanco que le llega a los pies y le cubre la cabeza. El público estalla y corea a Dolores. Ella mueve los labios, no canta, o eso es lo que me parece. De vez en cuando se oye algún graznido. Sí, las sospechas se cumplían. No se oye nada.

Animal Instinct es cantada por todo el pabellón. Algo que incluso es de agradecer para poder seguir la letra, pues es imposible escuchándolo del grupo. Pasan las canciones mezcla de los últimos trabajos de O'riordan (Ordinary Day, The Journey) con los grandes éxitos que han cosechado con sus 5 discos y aquello sigue sin sonar.

No dejaría de sorprenderme lo bien que se lo estaba pasando el público durante toda la noche, que no dejó de corear cada una de sus canciones. En especial los grandes singles como Linger, Desperate Andy, Ode to my family (qué pena me dio 'intuir' esta canción así), la desatada 'Salvation' con los brazo en alto de toda la plaza y sobre todo con Zombie donde todo el mundo se volvió loco. Cómo es eso posible. Allí no se oía nada. La gente disfrutaba con tan solo ver a sus ídolos sobre el escenario. Maldito conformismo y bendita paciencia la del público madrileño.

A los problemas acústicos hay que sumarle la desidia general del grupo. Mike Hogan, bajista, no se mueve durante todo el concierto escapándosele alguna ligera sonrisa muy de vez en cuando. Su hermano Noel hace algún amago con su guitarra cuando ésta pide marcha, pero nada del otro mundo. Así, quien cobra más protagonismo es Dolores. Durante todo el concierto va de un lado a otro del escenario con su peculiar marcha marcial rompiendo el protocolo en alguna ocasión con saltos y carreras. Pero si algo caracteriza a este grupo es el sonido de la voz de la irlandesa,algo de lo que no pudimos disfrutar esa noche.

Tras Zombie hubo oportunidad de un único bis dónde se esperaban algunos de sus mejores temas como Promises y la constantemente tarareada Dreams con la que se finalizó el concierto o el amago del mismo. Pero un bis descafeinado por incluir The Journey, canción del último disco de Dolores que desentonaba completamente, y porque nos quedamos sin escuchar Just my Imagination, uno de las canciones más esperadas. Terminaba así el 'no-concierto' de la vuelta al mundo de The Cranberries con un tenemos que irnos a dormir de Dolores.


Si se pretende disfrutar de la música lo mínimo requerible es un sonido pulcro y limpio. Todo grupo y su equipo técnico debería ser muy cuidadoso en este sentido y trabajar porque el sonido sea perfecto en cualquier lugar del recinto. Lo de esta noche, después de 7 años de espera por volver a ver a The Cranberries sobre un escenario, se convirtió en estafa. Todo para nada. Una auténtica decepción.

Para quien lo quisiera y al módico precio de 20 euros, podías hacerte con un cd recopilatorio con todas las canciones tocadas en el concierto, espero que ahí sonasen bien.

Setlist:

Analyse
Animal Instinct
How
Ordinary day
Linger
Dreaming my dream
Wanted
Liar
Desperate Andy
Time
Cant be with you
Ode to my family
Free to decide
Salvation
Ridiculous Thounght
Zombie

Bis
Shattered
The journey
Promise
Dream

Más fotos AQUÍ


2 comentarios:

Carol Toledano dijo...

Desde luego "decepción" es el sentimiento que mejor describe aquella noche. Una lástima.

Iván Maestro dijo...

Totalmente de acuerdo en todo. Decepción total, si. La voz no se oía ¿El técnico de sonido se había tomado el día libre o qué? Además los arándanos parecían muñecos de cera. Y las canciones iguales que en los discos ¿no se aburren de no variar ni un simple acorde?
Iván