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01 diciembre 2012


The Black Keys y la pasión en Madrid

Por Laura Guillén
Fotos: Leticia Corbacho

Que no era un concierto más de la temporada rock madrileña ya se adivinaba en la cola del Palacio de los Deportes mientras una servidora moría de frío. También sabía que no iba a poder ser imparcial. Nada, no hubo tutía. Por fin, El Camino del grupo del momento llega por segunda vez hasta estos parajes. La primera visita fue en Ritmo y Compás allá por el 2004 y asistieron menos de treinta afortunadas personas.


Una vez dentro del recinto intenté correr como una quinceañera arrastrando en mi locura a mis pobres amigos, pero un señor de uniforme en el pasillo nos asustó gritando "¡¡No corremos!!" como parte de la paranoia tras el Madrid Arena. Lo entiendo porque cualquier otro mensaje al respecto hubiese sido la risa. (Pensadlo: "No se corre" o "No me corran.")

Bajo esta sutil advertencia, nos situamos en la pista en una ¿séptima, octava? fila dentro de la muchachada. "Tú y yo solas, elevamos la media en varios años SOLO en esta zona", decía mi amiga. Y llevaba razón. Lo bueno es que con la edad una se vuelve descarada. Sí, señores. Llegué a amenazar a un pelirrojo demasiado alto y demasiado joven que se coló como un campeón. El muy moñas se comió hasta una magdalena de chocolate...pero por Godshake, ¿es o no es para echarle la bronca?

Hicieron su aparición los teloneros, desde ahora rebautizados como "The Wannabees" o "The Cacabees", alrededor de las 20h. El grupo británico viste en semichándal, tiene un puñado de temas casi buenos y ofrece un sonido pseudoelectrónico. El cantante de The Maccabees preguntó medio-hastiado que si estábamos allí para ver al dúo de Ohio y Madrid entero le contestó al unísono: "Sí, y vete a la cama que ya vemos que llevas el pijama puesto, hijo".

Mucho más curioso fue el montaje del escenario por los bien adiestrados técnicos que, en pocos minutos, llenaron el espacio con amplificadores, micros, cámaras y algo de fanfarria lumínica. Cuando el último de ellos tiró de la tela negra que cubría el set multicolor de batería y destapó el cartel del bombo, se oyeron los primeros gritos. Ya. Ya están aquí.

Pat y Dan salen a la arena del Palacio. Se presentan, se sitúan, saludan y...ya no recuerdo más. Flashazos de verdadera felicidad me vienen a la cabeza con un sonido compacto, generoso y brillante, se diría todo de algodón. Es broma, no tengo ni idea de sonido, sólo sé que se escuchaba de muerte. ¿Que cómo son? 

Pues como padres fundadores del rock testicular ofrecieron pocas palabras y un cerro de momentos especiales: la hipnótica mitad de Little Black Submarines desde una guitarra metálica de color oro; el fundido de plomos de Dan en el final de Two Cent Pistol; la irresistible Tighten Up con el penoso intento de silbar por mi parte; la impaciente mirada de ambos cuando se corea el muy español "oé oé oé"; las manos arriba de Lonely Boy (Dan nos preguntaba: "¿Podéis, por favor, ayudarnos con este tema?, ¿Podéis poner las manos en alto?") que hicieron que el techo del Palacio se viniera abajo; la galaxia de estrellitas de luz que nacieron de las dos bolas de espejo y que bañaron a toda y cada una de las caras allí presentes; o el orgiástico final con la célebre macarrada I Got Mine. Con la promesa de volver a Madrid y deseándonos que llegásemos a casa todos sanos y salvos, The Black Keys se despidieron y el escenario se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos.


Los números del concierto para los amantes de las estadísticas: 20 temas, 1 hora y 20 minutos de música que-sabe-a-gloria y 63 euros que me dejé en la tienda. Eso sí: si te pones la taza en la oreja se oye el mar. Al día siguiente estaba extrañamente triste después de tanta espera y tanta energía entregada. Pero ya no; pasada una semana me doy cuenta del extraordinario espectáculo que viví junto a dos músicos que despiden pasión por la música, y pienso que esta amiga mía vuelve a tener la condenada razón, que nos hacemos viejos. Pero, qué hostias, todavía no lo suficiente.

A por la siguiente fiesta. 

8 comentarios:

Capitan Shropshire dijo...

Me ha encantado esta crítica, una combinación perfecta de información con un enfoque personal llena de pasión.

Creo que los galon han realizado un excelente fichaje

Capitan Shropshire dijo...

Me ha sabido un poco amargo la opinión sobre la actuación de los Mcbees (o era The Cacabees?)al igual que muchos de los lectores o autores de este Blog los vi en el BBK, y tuve una sensación más bien positiva.

No sé que pensarán los galos....

Por otra parte me ha chiflado lo de que ya llevaban el pijama puesto.

Capitan Shropshire dijo...

Premio también a la ilustradora de la crónica.

guiro dijo...

Menudo estreno!! Bravo!!

Plasmada queda toda la esencia del concierto, con una chispa muy salada.

Gran fichaje croniquero...

Cuándo la próxima??

Adriana dijo...

Una estupenda descripción del

concierto y además con gracia y

desparpajo.


¡Fantástico Laura!

Galos En Galia dijo...

estamos encantadisimos con Laura,deseando que repita pronto por su gran desparpajo y pasión.

Capi, a mí, los niños del pijama de rayas también me gustan ;-) pero es cierto que no fue su mejor actuación

laura, no puedes defraudar a tus lectores, ¿para cuando la próxima?

Gracias a todos por leernos y a ti, laura, por escribir con nosotros

Dawolf dijo...

Muy buena crítica... Me dan ganas de escucharlos y por seguro que Lo haré

Anónimo dijo...

magnífica crónica. traslada sensitivamente al lugar del concierto además de informar con objetividad. ha nacido una interesante cronista musical.