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22 noviembre 2010


Arcade Fire, fuego en Madrid

Por Natxo Nieto
20 Noviembre 2010-Madrid Palacio de los Deportes

Noche de luna llena, fría y sin nubes. La luna se engalana para recibir a unos  visitantes canadienses.

Esta vez toca en la grada, desde donde rebautizaremos al recinto como el Palacio de las Corrientes de Aire, parafraseando el título de la tercera entrega de Millenium.  Aquí tienes tu espacio vital delimitado por los límites de tu butaca, y no sientes el calor humano de quien te rodea, al contrario que en la pista.

Este frío se hizo notar cuando salieron los teloneros, que en voz de su cantante “We’re Fucked Up”, frase que lo mismo sirve para presentarse (sí, se llaman Fucked Up) como para describir lo que se pensaba de ellos desde arriba.  Un grupo desconcertante, con tres guitarras, y un bajo puestos en línea,con el batería como eje de simetría, todos muy ordenaditos y sin perder el sitio. Y delante de ellos el Caos dentro del Orden, una mole de solista, calvo, barbudo, con pinta de camionero o luchador aspirante de Pressing Catch, que al descamisarse hizo notar lo mucho que le gusta la cerveza. Tendente al gruñido y a bajar al foso, poco  inteligible con un fondo físico que le duró tres canciones. Supongo que habrá gente a quien gustaron, pero la percepción general es que lo mejor que hizo el grupo fue abandonar el escenario y mentar a Arcade Fire.


Elegantemente tarde, saltaron los componentes del grupo hasta llenar un escenario que recuerda a algún punto kilométrico de una autopista cualquiera. Como fondo un cruce de autopistas elevadas y como elemento principal una valla publicitaria sin anuncio, que se iría llenando de imágenes en vivo del concierto, o ya preparadas.

La canción del significativo título Ready To Start hace que la temperatura comience a subir. Y tras el calentamiento Month of May,  Laika (voy a llamar a los Neighbohoods por su apellido) y No Cars Go. Una concatenación de canciones movidas y coros que espantaron al frío y que lograron la entrega y la unidad del público. Tras ello Régine cogió el relevo de Win Butler a la voz, y nos regaló Haïti y Sprawl II (que tiene unos tintes de canción ochentera que tira para atrás), Modern Man, (con iluminación verde), Rococo (con sus coros rituales) y The Suburbs (con su continuación) sirvieron para comprobar la versatilidad de cuantos estaban sobre el escenario. La luz desaparecía tras cada canción, y como si del escondite inglés se tratase, los músicos y en especial Régine, aparecían en distintas partes del escenario y con un instrumento distinto a la anterior canción.


El concierto siguió su curso a través del ritmo de tres tiempos de Crown of Love  que podría bailarse como un vals, hasta que arranca y te hace botar más y más alto, Tunnels, cuyos coros fueron cantados por el público aún después de que la música cesase. Win, solicitó que se coreara como en un estadio de fútbol el tan manido Oee oee oee oeee. Y así se hizo.

El temazo Keep the Car Running fue de los más aclamados. En este punto tuve la sangre fría de mirar a mi alrededor y sobre mí para ver como daba igual que se estuviera en la pista, en la grada, en el segundo anfiteatro, de frente, o en un lateral; todo el mundo bailaba este tema. Es un ejercicio antropológico que recomiendo durante un concierto grande.


We Used to Wait, rebajó un poco las pulsaciones, para ir subiéndolas un poco con Power Out y terminar de acelerarlas con Rebellion, cuyo estribillo fue repetido por las miles de gargantas que poblaban el Palacio.

Fuera luces y fuera músicos del escenario. Tras recuperar el aliento, la audiencia reclamó la vuelta del grupo con coros, silbidos y todas esas cosas que si habéis estado en un concierto ya sabréis.

Intervention fue el primer tema tras la reaparición. Esta canción sólo es recomendable si no has sufrido ninguna desgracia familiar y/o no entiendes inglés. En caso contrario, te dejará con mal cuerpo. Le siguió Wake Up con su épico y tribal comienzo, que hizo aullar bajo la presencia de la luna llena (a pesar de no verla) a todo el que estuviera presente. 


Y así acabó un gran concierto, de hora y media, podría parecer escaso, pero muy intenso, pues a pesar de tener tres discos, nadie echó de menos ningún tema. Los que se dejaron en el tintero se recomienda que sean escuchados en la intimidad, y no en un pabellón lleno a reventar por 15000 asistentes.

En la Plaza de Felipe II, los coros tribales de Wake Up resonaban desde multitud de grupúsculos de asistentes al concierto. Un observador ajeno no sabría decir si venían de un concierto o de un partido del Atleti, porque a invocación india suena.

Fotos: hhttp://www.solveigmoller.com y Rh2ox, Creative Commons para Flickr.

1 comentarios:

Suzy Zafrani Benoliel dijo...

Muy buena crónica Natxo :-)